jueves, 21 de enero de 2010

Algo para declarar- Max Goldenberg


“¿Tiene algo para declarar?” me preguntas y yo te pregunto a vos: ¿Si tengo algo para declarar? Claro que tengo algo para declarar. Aca parado en el aeropuerto pero también tengo algo para declarar en la vida misma. El que te diga que no, te miente flaca. Todos tenemos algo para declarar. Lo que no sé es si todos tienen las pelotas que tengo yo para decírtelo. ¿Algo para declarar? ¿Estás segura de que querés jugar a este jueguito? Declaro que estoy podrido de hacer la cola en la verdulería, mirá vos. Hago dos horas de cola para que venga algún amigo de Don Carlos y se lleve las mejores bananas. ¿Querés que siga declarando, oficial de la aduana? Declaro que me gusta la Susana desde que la vi en el baile del Loro y no dejo de pensar en ella. Declaro que me baño una vez por semana para no perder la costumbre. No me mires asi, flaca. Yo soy creyente. Creo en el olor corporal, creo en que cada uno tiene que oler como uno huele y no como las corporaciones quieren que huela. Alguien lo tenía que decir. Yo huelo como dice mi documento: Oscar Del Mango. No huelo Rexona, ¿se entiende el concepto? Pedro Rexona olerá como él quiera. Pero yo huelo a mi. Si te gusta, mejor para vos. Si no te gusta, seguí participando flaca. Como sigo participando yo cada vez que abro una puta botella de Coca. Porque yo tomo Coca, no tomo Pepsi. O sea, todo bien con Pepsi, deben ser buenas personas pero a mi no me gusta la Pepsi. Por mas que las dos se llamen “Cola” no tiene por qué gustarme, ¿no? Yo a los melli Voltini los conozco a los dos pero a Tito lo banco y al Pupi no y los dos se llaman Voltini. ¿Si tengo algo para declarar? Declaro que me tienen podrido los taxistas que te piden que les indiques el camino porque son nuevos. ¿Que soy? ¿Un cura? ¿Un Dios superior que tengo que indicarte el camino? No señor… vos elegiste ser taxista, entonces llevame a donde te pedí. ¿Dónde se vió? Debe ser el único laburo donde vos tenés que hacer lo que estás contratando y encima le pagás. Y nadie dice nada. Es como si llamaras a un carpintero y te diga: “¿Una mesa? Como no, acá tenés el serrucho… ¿No la hacés vos que soy nuevo en esto de la carpintería? Son cuatrocientos pesos”. Lo peor de todo es que le indicás igual al tachero: “Tomá por Córdoba derecho y doblás en Juan B Justo” le indicás. Al pedo porque el tipo termina agarrando por donde se le canta el traste. ¿Para qué me preguntás? Te parecés a mi esposa que me pregunta qué quiero cenar y después termino comiendo tarta de zapallitos. ¿”Milanesa” suena parecido a “Tarta” acaso? No me mires así, flaca. Vos me preguntaste. Que espere el avión, mirá lo que te digo. ¿Está apurado el señor capitán? Que espere. Vos me dijiste “¿Tiene algo para declarar?” y bueno, acá estoy, declarando. Declaro que no bajo la tabla del inodoro. La dejo arriba. Que la baje el que venga después. ¿Yo la tuve que subir? que la baje otro. Si viene una mina que la baje y listo. Que baje la tabla y que baje los humos ya que está. No se de dónde carajos se bajan los humos, ¿no? porque todo el mundo te dice que bajes los humos pero yo no se de donde. A mi hablame claro. Si querés que me calme me calmo pero no me pidas que baje los humos porque los humos no se bajan, se huelen. Como todo esto de si tengo algo para declarar que me huele mal, me huele a gato encerrado. A gato con botas. Como las que compré en Miami hace dos días. Así que eso tengo para declarar: un par de botas. Si te gusta bien y si no te gusta, a cantarle a Gardel. Si lo encontrás.

Tomado de: http://max.com.ar/
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