sábado, 26 de diciembre de 2009

Alien - Claudio G. del Castillo



Del pobre viejo decían que era un extraterrestre; que a pesar de vivir en la Tierra durante años, aún se comportaba de manera singular para ganarse el sustento. Por supuesto, yo no creía una sola palabra de tales historias. Sin embargo, un día lo vi en el parque en una postura inusual y, aguijoneado por la curiosidad, me le acerqué:
—Buenas tardes.
—No moleste: estoy moñingando —dijo sin inmutarse—. Y córrase a un lado que me espanta la clientela.
Debo admitir que, por más que lo observaba, no lograba comprender qué estaba haciendo ni cómo.
—No me tome el pelo. Y, ¡por Dios!, déjese de bobadas que se va a partir la espalda.
—En Marte quizás. Moñingar aquí es mucho más fácil —aseguró.
—Pero… ¿De qué habla? ¿Qué es moñingar?
—¿Para qué explicarle? —gruñó exasperado—. Jamás lo entendería.
Yo estaba apurado, así que decidí presionarlo. Paseando tres billetes de a cinco frente a sus ojos, le dije:
—Si me enseña a moñingar, son suyos.
—No sea estúpido. Aunque usted lo intente, no podrá.
—¡Pues váyase a la mierda! —exploté por fin.
—¡Y usted a ñatuflarse la grufa! Pero qué digo —farfulló—, si tampoco podría.
Discretamente me escurrí entre la multitud que se agolpaba, convencido de no querer saber qué era aquello.

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