lunes, 2 de noviembre de 2009

Lecciones de paranoia mal aprendida - Héctor Ranea


Cuando fui a hacer lacrar el sobre con mis poesías para presentarlas al Gran Concurso Nacional, el dueño del negocio, un señor muy circunspecto se lo llevó para la trastienda. Un hombre de cara desencajada que estaba ahí, chupado de mejillas y mugriento, me dijo:
—No lo deje. Le van a robar la idea o los poemas. Son viles gusanos.
Yo no le hice caso.
Mal hecho, el tipo casi sin mejillas había ido a patentar la máquina del tiempo hace años. Después me enteré. El viejo circunspecto le robó los planos, construyó la máquina, con eso se me adelantó a publicar mis poemas dos años. Gané el concurso, pero me acusaron de plagio y, como era un ilustre desconocido, me hicieron pagar no sé cuánto ya. Después de eso inventé la máquina del tiempo, la fui a hacer patentar pero el viejo me robó la idea. Y acá estoy, tratando de prevenir a incautos pero tal parece que no quieren entender o será mi aspecto que no los convence. Ni siquiera a mí mismo logré convencerme. ¡Si seré!

1 comentario:

Oriana P. S. dijo...

¡Oh, qué bueno!

Una paradoja temporal en todo su esplendor.

Me encantó.