domingo, 27 de septiembre de 2009

Ricardo pidiendo un caballo, se encuentra con un burócrata - Héctor Ranea


—No nos entendemos— me dice Ricardo el Tercero.
—A fe mía que no— le respondo altanero.
—¿Que de dónde me viene esa manía de elegir tanto las cosas, me preguntas?
—Pues claro, hombre. Te vengo con un conjunto para que elijas el que te de la gana y me sales con unas maldiciones al bardo que me parió y tantas otras palabras soeces que me has dicho que prefiero no repetir.
—Pero, a ver: ¿Qué mierda me trajiste, se puede saber?
—Pediste un caballo, ¿no es cierto? Pues Messer Shakespeare aquí me mandó con estos para que elijas.
—Sí. Carajo, sí. Pedí un caballo. Pero eso no quiere decir que se me tome para la joda. ¡Un poco más de respeto! Seré un asesino, pero sigo siendo el Rey, carajo. No puede ser que un pelotudo como Shakespeare me mande un tinterillo cagatinta con estos caballos para elegir.
—No ofendas a nadie. Además: ¿Qué tienen de malo estos caballos?
—Nada. Salvo que uno es de calesita, el otro de ajedrez y otro de paseo con silla pampeana. ¿A vos te parece? Encima que me están por matar por andar sin corcel ¿Voy a pasar el ridículo frente a la historia?

2 comentarios:

Nanim Rekacz dijo...

Y eso que no le llevó el caballo blanco de San Martín, que era una mula.

Ogui dijo...

por eso... Nanim, por eso. Será burócrata pero no burro... jeje