viernes, 31 de julio de 2009

¿Arde Troya? - Héctor Ranea


¡Qué lo reparió! Inodoro Pereyra, la Tetona Mendoza y el Llanero Solitario se apersonaron a Layo y le ofrecieron ser sus acompañantes, pero se les adelantó Héctor, quien previamente había sometido sexualmente a la Esfinge con su consentimiento (de ella, cabe aclarar). Héctor desvió el curso de Edipo, quien dejó pasar a esos extraños vestidos tan raro, sobre todo por las tetas de la Mendoza. Obviamente, no se enamoró más que de ella y la siguió hasta Tebas, donde dos soldados troyanos recién venidos de la guerra del Dardanelos, como la conocían allá, comían salame de Milán (que se conoce como salame húngaro en Milán) mientras miraban la cartelera de espectáculos. Hete aquí que se representaba la comedia de Esopo: Tragedia de Edipo de Tebas, o Un Cubano en la corte del Rey Layo. Cuando fue a verla, ahí estaban, el Llanero Solitario haciendo de Tiresias y la reina misma Sor Arrayas representando con mucho realismo el papel de la Esfinge sometida por Héctor. A todo esto, Edipo, ya en el Bósforo, se dejaba acariciar por una Reina de Saba que estaba más caliente que una papa. No habían pasado más de diez años cuando en el horizonte, un rayo de luz verde alumbró un lugar del cual surgieron dos columnas de personas tristes que empezaron a beber agua y hablar de caracoles. Nadie le daba crédito a sus ojos, al principio, pero después, la tetona Mendoza se hizo a la mar para encontrarse con Edipo, mientras la obra de Esopo fracasaba en los tablados de mármol y él la reemplazaba por un despampanante despliegue musical con Ezra Pound vestido de milico persa y dos soubrettes de cuerpo afinado como alambres pero de buen paso. Nadie entendió nada de la obra. Algunos pensaron que era un refrito de bodrios anteriores. Esopo no colgó las chancletas, sin embargo, y comenzó a explorar a su naifa. Ahí encontró tema para dos tangos paradojales. Eso lo llevó a la escena y algunos espectadores se arrancaron los ojos con tijeras de entresacar pelo de oveja. El sacrificio de Ofelia, se llamaba la obra. Tiresias lo echó de la compañía para que se dedicara a lo único que podía hacer Esopo, que era servir de ayudante de limpiador de oídos. Nadie sabe qué más hizo la tetona para llegar a Edipo, pero Edipo consiguió colarse en la historia gracias a que robó el caballo del Llanero Solitario, y lo llevó a la guerra y allí distrajo a los troyanos mientras los griegos les entraban por el medio de la puerta porque nunca habían visto un caballo tan blanco como una hoja de papel que hablaba en inglés. Y así termina la historia de la guerra de Dardanelos, conocida como el tsunami de Trocha. Que no es lo mismo que Troya, pero queda cerca.
Colorín colorado, este cuento está acabado. Y no sé si lo quisiera ver publicado.

2 comentarios:

Nanim Rekacz dijo...

Una historia delirante propia de Ranea.
¿Qué diría mi profesora de Literatura griega?

Ogui dijo...

¿Cómo fue que no vi este comentario! Explicale a la profe de literatura griega que hubo algunos cambios. Todo esto lo agarró Sófocles y armó un dramón junto a Homero que siempre se quejaba de que todo era medio una joda...