martes, 12 de mayo de 2009

Reimplantación - Jorge Martín


—Sé que murió uno de los nativos cuando la nave cayó en la aldea y quedé muy mal herido. Usaron varios órganos del fallecido para salvarme la vida.
—¿Podés recordar algo más?
—Me recuperé rápido.
—¿Reconocés estas imágenes? —Son los cuatro muertos al caer la nave.
—Poco, me uní al equipo en la estación. A este —señalé uno. —Dice ahí que era un piloto.
—¿Cuántos pilotos había en la nave?
—Uno.
—¿Entonces, había dos?
—No, no sabía que hubiera otro. ¿Qué trata de decirme?
—Que no había dos pilotos. Sos ése que no reconocés, eras el único piloto. Ya estabas muerto cuando te retiramos de la nave.
—No entiendo.
—Tu aspecto es el de un nativo porque tus órganos fueron implantados en el herido de la aldea y se salvó pero, con los días, el que recuperó la conciencia fuiste vos. —Eso es imposible.
—No. Está inserto en nuestros genes cuando hay riesgo de muerte, colonizar otros cuerpos.
—Nunca supe de tal cosa.
—Lo recibiste con las vacunas antes de partir a la misión.
—Nadie me avisó.
—Lo íbamos a hacer pero no hubo tiempo, no tuvieron un buen aterrizaje. Por suerte había cerca nativos humanoides. Otros organismos no responden tan bien.
—¿Hay otros?
—Félix.
—¿El ovejero alemán?
—El anterior capitán; en el espacio un asteroide nos impactó. No quedaba más que el perro. Por supuesto, hay funciones que no recuperó, como el habla, pero nadie piensa que se perdió demasiado. Puede ladrar, que es lo que hacía antes del accidente.
—¿Y por qué no lo vuelven a reimplantar?
—No es cuestión de jugar con eso. Es un procedimiento muy costoso. Mantenelo en secreto entre nosotros. Es una condición a prueba todavía. No caería muy bien en las colonias que se sepa de nuestras características parasitarias.
—¿Qué pasó con los otros tres?
—Dejaron escrito que no querían ser trasplantados sino a otro cuerpo terrestre. Guardamos algunas partes. Es un riesgo que corren, pues no conviene aplazar la implantación. Allá ellos.
—No sabía nada.
—Eras el nuevo, pagaste el derecho de piso.
El médico me dejo solo, di unas vueltas por la base, nadie me prestaba demasiada atención ni se sorprendían.
—Me alegro de que hayas vuelto —dijo un operador de comunicaciones al pasar— Yo pagué por un cuerpo nuevo. Me insertaron en un Joriciano de la tercera luna. Fue costoso pero valió la pena —se golpeó el pecho y siguió de largo sonriente.
En el invernadero estaba tirado el perro bajo las lámparas. Se me acercó moviendo la cola pero no me atreví a acariciarlo, no quería ser mal interpretado.

Ilustración: Fragmento de Butantã. Héctor Ranea

1 comentario:

Nanim Rekacz dijo...

Me gustó este cuento, cómo está escrito y el tratamiento del tema.