sábado, 30 de mayo de 2009

Puertas y sombras – Héctor Ranea


Para Nanim y Sergio

Al despertar me di cuenta de estar en el vacío. En el vacío en el que no se puede respirar. Por eso me di cuenta. No podía respirar. Escribía en frases cortas. Para guardar el aliento que me dejó el sueño. Casi nada se podía ver en el vacío. Excepto una ventana. No podía caminar en el vacío. Pero la ventana y yo nos acercamos. Desde chico que sé eso. Las ventanas y yo nos acercamos. No sé bien por qué. Esta ventana estaba poblada de gente conocida. Pero no la podía abrir. Tenía poco aliento y la ventana se trababa en cuanto parecía que iba a ceder. Ahí estaban los cuadros de Caravaggio, las caras de unas tías antiguas, estaba una foto de mi abuela flotando sobre mi hombro.

Me podrían decir por qué no pasé al lado de afuera de la ventana si no había nada más que ella y yo. Es que las ventanas, cuando nos acercamos, marcan el afuera y el adentro. Fue siempre así, incluso cuando fui un tigre de Mompracem o cuando fui invisible o fui una mariposa aplastada por un personaje de cuentos. Las ventanas sellan el lugar y me dejan adentro, siempre. Desde afuera nadie debe mirar por las ventanas. Excepto Caravaggio, claro. Y otros, pero no yo. Yo quedo afuera. Aunque a veces el aire me alcance para frases más largas. En la ventana siempre se ven cosas interesantes. Horribles. Fatales. Incongruentes. Malditas. Bellas. Frías. Gente. Cuadros. Góndolas. Matrices de números aleatorios. Agujas de tejer crochet. Todas esas cosas que pude hacer y las que no. Se agolpan de ese lado que es afuera y yo miro como ahogándome. O como si soplara pero con frío. Me hielo. Estoy tan afuera del vacío que siento frío. Quisiera una cobija que la ventana se abriera para dar calor que la puerta detrás de la ventana no fuera de hielo que la falleba no se calentara tanto hasta hacer estallar la mano que la risa de Caravaggio enfermo no me persiga más que no tengamos más el cerrojo puesto que la mano que abre la ventana no sea la del viento invernal que me sopla desde dentro de una estatua de bronce que habla conmigo porque no tiene a nadie más.

Esta vez, créase o no, la ventana se abrió. Pude respirar. Pude palpar la fruta de Caravaggio, la mano de abrir ventanas de vacío, la tela del tigre, los números incongruentes, los picaportes sombríos.

Suspiré tranquilo cuatro veces, cinco, seis. Estaba en casa. Por fin, estaba en casa.

11 comentarios:

Florieclipse dijo...

Esa imagen de la estatua de bronce que ya apareció en otro de sus cuentos, me gusta. Me gusta, sobre todo, que tengo algo encerrado en su interior, algo humano.
Todo el cuento me gustó, pero esa imagen que evoca soledad, para mi, es lo mejor.

Salemo dijo...

Muy bueno, don Ranea. Un texto que invita a el análisis y la reflexión, característica sobre la que suelo inclinarme como lector.

Ogui dijo...

Gracias ambos! Son muy buenos conmigo... Qué tal si somos estatuas de bronce y que sí, tenemos alguien dentro, pero no reconocemos la necesidad de las ventanas? Y subrayaría ventanas, como leí hace poco en un cuento de otra persona que evidentemente tiene esta pregunta en el medio del pecho. La ventana en la que podemos ver que hay otros, diferentes, tan absurdos como nosotros o más sabios, pero que a veces no dejamos entrar, porque primero, no los vemos. En fin. No quiero perderme lo lúdico de los cuentos, pero ya que mencionaron ese punto, me atrevo a mostrar algo más...

Javier López dijo...

Don Ogui, hace años que veo una matriz de números aleatorios detrás de mi ventana. Ya que usted ha pasado por tal experiencia, a ver si puede darme consejo.
Estupendo cuentito, lleno de imágenes evocadoras. Caravaggio, la estatua de bronce, ventanas y puertas. Hogar, dulce hogar.

Salemo dijo...

Con perdón de los presentes y especialmente con pedido de disculpa al amigo Javier, no puedo contener a mi lado bufonesco y responder con una pretendida humorada al sesudo comentario que me antecede. Ojo, que ahí va:
Javi, fijate bien, que por los datos que aportás, la ventana posiblemente sea un televisor, y los números aleatorios, los de la primer temporada de Lost.
Con un nuevo pedido de disculpas y por qué no, algo avergonzado, me despido de todos ustedes.

Javier López dijo...

Dorelo, siempre tuve su humor por refinado. No mencione a los bufones!. Para que veas que no puede ser una tele, hace unos día vi, con enorme sorpresa, que en la tele hablaban de la 7ª temporada de la serie Lost, e incluso he leído algunos artículos u oído opiniones también en la caja de los horrores. Mi sorpresa es que, a la vista de algunas imágenes de la serie, me pareció impactante, llamativa. Y más sorpresa aún, que era la primera vez que oía hablar de tal serie. Yo llego tarde a todas, al Dr. House casi lo he visto una vez. Lo mío son los documentales, el deporte y otras cosas inconfesables.
Por lo tanto, insisto en que esos números aleatorios (con preponderancia de primos) son generados al otro lado de la ventana y, de saberlos interpretar, tendría a mi alcance una explicación completa del Universo. Tal cuál.

Salemo dijo...

Ah, no. Vaya urgente a su proveedor de videos o piratéelos de internet, pero no puede dejar de ver Lost. Confíe en mi criterio como crítico "serieístico" y hágalo. Con altibajos y convengamos que es algo comercial, pero de muy buena factura.
Eso sí, necesitará unas cuantas horas de su vida, porque va por la quinta temporada ( entre 80 y 100 capítulos de 40 minutos promedio).
Le gustará la historia y al poco tiempo no podrá evitar elegir sus personajes favoritos.
Tengo guardados toditos los capítulos en cd´s y esperando la sexta temporada ( séptima creo que no va a haber, perdone que lo corrija).En la primer temporada se enterará de los dichosos numeritos.
Bueno, me extendí un poco y con un tema totalmente al margen ( o no, quién sabe)del relato del amigo Ranea.
Don Héctor, su cuento generó esto, hágase cargo.
Saludos a ambos.

Javier López dijo...

Gracias por el consejo Miguel, de verdad que me quedé bastante inquieto (inquietud en el sentido de ganas de descubrir o experimentar) estos días que hablaron de la serie y vi unas pocas imágenes. Rectifico lo de la séptima parte, confío en tu conocimiento serial.
Yo de series sólo sé que una vez un juez dijo algo sobre mí de "asesino en serie". Pero me lo cargué y desde entonces no hubieron más problemas.
Por lo demás, ya mismo me estoy haciendo una colección de Cd's (comprándola claro, que soy muy respetuoso con la Ley) para sumergirme en ese espacio de Perdidos y ver los famosos numeritos.
Y ya lo ves Héctor, echaste a volar nuestra imaginación por derroteros desconocidos. Esa es una de las mayores virtudes de un cuento.

Ogui dijo...

Hay muchas cosas que no me explico. Ni de Lost ni de muchas otras cosas. Por ejemplo, alguien sabe dónde están los sombreros que se pierden en los bondis de México? Alguien conoce el paradero de las aves migratorias que toman para el lado de los tomates? Quién sabe si Moby Dick no está disfrazada de foca en algún lugar cerca de Islandia cuyo nombre prefiero no revelar? Cuál fue el destino de Amelia en su aeroplano? Qué tiene entre pantalones y ectoplasma el fantasma de Lutero?
No sé. Me gustaría explicármelo, pero no me da el tiempo para escribir mis conjeturas. Algunas las pergeño en formas metafóricas. La ballena blanca, por ejemplo y las ventanas, claro. Desde siempre.

Salemo dijo...

Yo también tengo una duda: Héctor Ranea Sandoval ¿vió, vé o verá lost?
No digamos que es una duda existencial, pero me quisiera sacar la duda.
Por las dudas ¿vió?.

Ogui dijo...

No. Vi un capítulo 3 de la primera serie y no entendí un pomo. Es como un señalador de libros que vino con un regalo en donde un señor circunspecto decía: aquí como me ve, fui señalador en el Ulysses de Joyce. Eso sí, no entendí un pomo... (Paz)