sábado, 7 de febrero de 2009

Candelaria - Mónica Sánchez Escuer


A Cane que me pidió un cuento para regresar.

Era un juego. Sólo eso. El tipo de Internet la invitaba a escribir veinticinco cosas sobre sí misma al azar. No importaba qué. Empezó por describir la más obvia de sus características físicas: su tamaño. Era bajita. Muy bajita. Se perdía fácilmente en la cama y sufría entre la gente del metro. Su horizonte eran nalgas, hebillas y bultos. Luego siguió con las orejas, las piernas y los dientes. Grandes, delgadas y amarillos. Borró. Atentas, torneadas y parejos. Quiso verse intelectual y escribió sobre el primer libro que había leído: Mujercitas. Y se siguió como hilo de media: el primer disco, el primer novio, la primera fiesta. Ahí se detuvo a recordar: su primera fiesta, su primer beso, el sabor a nuez en la boca. Un dos de febrero. 
Iba ya por la veinte, cuando le pareció escuchar la voz que siempre le abría los apetitos: “Riiicos tamales oaxaqueeeñooos, calientitos...lleve sus ricos tamales...”. Como tantas veces, a tropezones bajó las escaleras, abrió la puerta y le gritó al hombre. Éste dio vuelta a su bicicleta, se detuvo frente a ella y abrió el tambo humeante: ¿Rojos, rajas, verdes, de mole o de dulce?, preguntó. Ella sólo lo miraba sorprendida. ¿Qué no va a comprar, güerita? ¿Güerita? ¿Candelaria?
Antes de irse, el hombre le dejó una docena de tamales surtidos y dos besos con sabor a atole de nuez. 
Ella terminó su lista: 
25. Su primer hombre, un dos de febrero, veinte años después.

Nota: En México, tradicionalmente se comen tamales el dos de febrero, día de la Candelaria.

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