martes, 13 de enero de 2009

El juego de las simulaciones - Diego Muñoz Valenzuela


Sale de su casa el sábado al mediodía en su auto. Los cambios pasan con dificultad y reniega cada vez que la palanca se atasca. La dirección está dura y maldice a cada vuelta. Hace calor y se enjuga el sudor con un pañuelo cada vez que las gotas comienzan a deslizarse por su rostro. Pero no abre la ventana para que no vayan a creer los demás que su coche no tiene aire acondicionado. En una esquina congestionada saca el celular de la guantera y hace como que disca un número. Gesticula, discute, simula que escucha, contesta airado, ríe. Piensa que el juguete es una imitación perfecta. Lo deben estar mirando con admiración, mientras cierra negocios a distancia con Hong-Kong. En el supermercado se pasea ostentando un carro que llena de delicatesses: whisky, vino del mejor, quesos finos, paté francés, filete, frutas exóticas, bombones. Se encuentra con amigos, habla de sus éxitos y escucha los de ellos. Se acerca cauteloso a las promotoras, mirando hacia otra parte, hasta que está cerca y con toda dignidad prueba el producto, disimulando su avidez. Sigue saludando, recibe nuevas llamadas, sonríe, quiere mostrarse feliz, no vaya a ser que los demás piensen que sufre o que es un fracasado. No vaya a ser que los demás piensen ya que no tiene alma.

* Este cuento integra el volumen Angeles y verdugos, Mosquito Comunicaciones, 2002.

Tomado de http://www.diegomunozvalenzuela.blogspot.com/

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