lunes, 1 de septiembre de 2008

Azares - Luis Cattenazzi


Florida y Córdoba, y mientras espero a que el semáforo peatonal dé verde, veo pasar a la vieja. Va hacia el Bajo, camina como perdida por el asfalto para evitar la manada que formamos los oficinistas recién liberados. Me cuesta decidir si está loca, no parece una pordiosera: apenas el pelo revuelto, la pollera percudida de hollín. Dudo, sobre todo, por el cuaderno que lleva prolijamente bajo el brazo, casi un cuaderno escolar: tapa a cuadros y hojas de renglones amplios. Me recuerda a esos poetas urbanos que van con sus versos a cuestas. Pero... ¿qué apuntes podría tomar aquella loca? ¿Apuntes de la vida real? ¿Sueños en los que ella se convierte en un empleado gris que ve pasar a una desahuciada? Pienso, y siento que me observan. Busco sus ojos, nuestras miradas se cruzan un segundo. Entonces el semáforo da verde y apuro el paso, me apuro como puedo. Me duelen las caderas y las paspaduras, las piernas hinchadas se me enredan en la pollera. Pero prefiero no pensar en eso, no veo la hora de llegar por fin a la plaza. Son dos cuadras rumbo al Bajo; y me sentaré por fin en el banco de costumbre, y agregaré mi nombre en el cuaderno antes de que esta cabeza de vieja loca lo olvide para siempre.

1 comentario:

Salemo dijo...

Muy bueno. Una especie nueva de vampiro chupa almas o personalidades, victima y victimario en uno solo.