sábado, 23 de agosto de 2008

Todo lo importante - Antonio J. Cebrián


Sentado en el viejo sillón de la residencia de ancianos convino en recordar y hacer recuento de todas las cosas importantes que acaecieron a lo largo de su vida.
“No puedes llegar tarde, te despedirán” —decía Marga, su esposa. El jefe ahora está muerto y su empresa ya no existe.
“No podemos invitar a tu primo Ezequiel a la boda de la niña. Él no nos invitó a nosotros”. Ezequiel murió, “la niña” se divorció y ahora trabaja en otro país, esperando su próxima jubilación.
“Si seguimos así no vamos a poder pagar la hipoteca de la casa este mes”. La casa la vendimos y el dinero voló. En el lugar donde estaba, ahora hay un hipermercado.
¿Qué fue de todas aquellas cosas importantes? ¿Dónde están ahora? ¿Y todas esas personas, amigos y familiares…? Todos muertos y olvidados. Hasta los lugares conocidos desaparecieron. Y Marga…
¿Qué queda sino sentarse y esperar a la muerte?
De pronto, a sus ochenta y dos años, se levantó del sillón, abrió el baúl donde guardaba sus escasas pertenencias y sacó un maletín con óleos y un lienzo. Se puso a pintar y pintó el mejor cuadro de toda su vida. En él estaban fundidos los infinitos colores de los años de experiencia, la riqueza y el relieve de los cientos de lugares que había conocido y el complejo entramado de luz y sombra de todas las emociones que alguna vez habitaron su interior.
Y entonces pensó: “La muerte puede venir cuando desee. Aquí nadie la espera”.

1 comentario:

Ogui dijo...

Excelente, Antonio!