sábado, 23 de agosto de 2008

Biotopía - Bernardo Fernández (Bef)


A Rebeca, por compartir conmigo sus utopías.

Me despertaron los graznidos de mi pájaro Dodo. Jugueteaba por mi cuarto buscando semillas en las paredes orgánicas.
Iba a dormir cinco minutos más, pero Papá entró a la habitación.
—Buenos días, nena —dijo; el muro se convirtió en una membrana transparente para dejar entrar la luz—. Toma —me dio un jugo.
—Qué rico. No conocía este sabor.
—Es mango. Un fruto que creíamos extinto por culpa de un pesticida orgánico con un cromosoma mal puesto.
—¿Y qué pasó?
—Afortunadamente alguien guardaba unas semillas secas en algún lado y se pudo decodificar de nuevo. Este jugo lo segregó el biosecuenciador.
—Buenísimo.
—Ahora báñate, Andrea.
Cuando estuve lista me puse un vestido coloide de patrones fractales y botas de piel de panda. No matamos animales para hacerlas: le indicas a una codificadora de tejidos la cantidad de piel requerida y ella la produce.
Me deslicé por el tobogán espiral que da al comedor. Mamá había preparado batido de chocolate y fung cakes, rebanadas de un hongo grande al que se le añade un cromosoma de manzana para que segregue fructosa. Al freírlos quedan esponjosos.
—¿Qué vas a hacer hoy? —preguntó Mamá.
—Anoche recibí por la biorred unas enzimas digestivas. Pueden romper cadenas de polímeros sintéticos y quiero decodificarlas —dijo Papá.
—¿Qué quiere decir eso? —pregunté.
—Que pueden disolver plásticos, mi amor —me contestó Mamá, luego dijo—: eres brillante. Por eso me casé contigo.
¿Había dicho ya que mis papás son scabs? Biohackers que crackean códigos genéticos. Cuando empiezan a hablar de sus cosas se emocionan y si tengo suerte se olvidan de la escuela.
—Anda, nena, que se hace tarde. En cualquier momento pasa el entomóptero por ti.
—Ay, papá… —Hoy no se les olvidó.

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